Artículos

PRESERVANDO LA AGRESIVIDAD
por Maite Sánchez Pinuaga
La agresividad natural está ligada a la vida, de hecho no se podría vivir sin un mínimo de agresividad. Vemos como un bebé necesita agresividad para poder mamar. Si nos remontamos a su etimología, el término proviene del latín “agredior”:“ir hacia”, que tiene que ver con salir y manifestarse en el mundo, está estrechamente ligada también a la sexualidad, que representa la capacidad de expansión natural de los seres vivos, en su tendencia instintiva al placer. El concepto de Agresividad se opone, precisamente, al de Miedo, que nos dispone a la contracción, a la inhibición de impulsos naturales, que son propios de todo ser vivo y de su encuentro con el mundo.
Desde Wilhelm Reich se abre un camino en la prevención de la psicopatología, considerando los momentos claves de la crianza y la educación en el ser humano como determinantes para el sano desarrollo de su vida y la cualidad de sus relaciones. Si se impiden o dificultan continuamente los movimientos de libertad, de expresión emocional y motriz, limitando una y otra vez su manifestación con el mundo, se estarán sembrando semillas de Violencia en la Vida de las Personas. La Violencia institucionalizada de los Partos Hospitalarios, posteriormente los horarios y normas rígidos y que, en nada respetan los ritmos en los que, de forma natural, se regula un niño-a, para todo: para comer, para dormir; o la “no escucha” en respuesta a su llanto, la cual se traduce en negación de su necesidad y “la inhibición de la acción” de la que hablaba Henri Laborit. Ya más mayores, nuestros niños ,cuando ya pueden contarnos que les pasa y que quieren, ven frustrados sus intentos de Ser y "Ser en relación" con el mundo desde sus necesidades reales, es así que su ¡no¡, que es su “yo” que comienza a ser negado, al igual que su ¡mío¡, corre la misma suerte, con la imposición de una serie de elementos morales con frases que seguro hemos escuchado en muchas ocasiones, tales como: “tienes que compartir” y es que es así como, poco a poco , se les impide experimentar sus propias opciones, invalidando su percepción. Ahí estamos interfiriendo y vaciándoles de Sí mismos, desde, por ejemplo, el miedo a que el resto de las personas en lo social, la consideren mala madre, entonces es más “aceptada”, cuando consigue que su niña sea “buena”,( en realidad, estaríamos hablando de su propia "niña interna")
También se hace imprescindible diferenciar entre lo que es “agresividad” y “destructividad”, precisamente si preservamos esa capacidad agresiva natural no se desarrolla la destructividad , que no es sino una vía inevitable cuando se inhibe la primera .La tensión que se crea a partir de esa inhibición, en cada movimiento natural expresivo, es canalizada de la peor manera , dañando, como forma de vaciarse del daño sufrido. Tanto para abrazar como para decir ¡no! La agresividad es un movimiento hacia el encuentro, es un movimiento vital, si eso no es posible, me contraigo, mi biología, mi propio organismo esta contraído, y me adentro, en una dinámica de angustia, contraria al placer , y desde la cual, odio y destruyo. De ese modo, perdiendo el contacto con el verdadero placer, acaba por orientarse hacia placeres sustitutivos, como golpear, morder, obtener poder, derribar al otro...
Ahora bien, también la agresividad natural puede tener connotaciones de rabia en un momento dado, es decir, si algo contraría mi orden natural, si alguien invade mi territorio o sufro algún tipo de abuso, etc, puedo experimentar la necesidad de poner un límite claro y firme, si fuera preciso, incluso cargado de rabia o enfado. Esta emoción es una respuesta de regulación necesaria, cuando es posible dar paso al dialogo, en el que se crea un espacio para el bienestar, para el encuentro y para el amor.
En estos momentos está preocupando mucho el fenómeno de la violencia en las aulas y la reflexión esencial es, precisamente, que en esta "mochila emocional "que trae cada niño y que carga ,consigo, a la escuela, encontramos las Razones de dicha Violencia, Acoso y/o Sumisión y Temor. Y es que la manifestación de todos los conflictos que pueda haber, a un nivel psicoafectivo, en la infancia, se manifiestan en sus relaciones con otros niños, con los educadores, con su entorno, ya sea desde un problema de acoso, de sumisión, pasividad o de ausentismo escolar, cómo también de violencia explícita y clara , manifestación de esta disarmonía que se ha ido creando desde la no atención, la no escucha, la falta de reconocimiento y de libertad expresiva , la insatisfacción de sus necesidades básicas. Y es que si el niño se siente “ser”, y que cuenta con un espacio en el mundo en el que expandirse y seguir ese mandato natural instintivo de placer y alegría de Vivir, tenderá, naturalmente, a desarrollar lo Mejor de sí mismo, a Crear y disfrutar de establecer relaciones constructivas, cooperativas y Armoniosas con el Mundo en el que vive. Esto es, simplemente así, porque esa es Cualidad del Ser Humano Libre Y Autorregulado.. Si la verdadera naturaleza, pues, no ha sido obstaculizada, la envidia y el odio , que se vivencia con el sentimiento de" no existir" y de tener que ir abriéndose camino de una forma violenta, robando el Poder personal del otro etc.., simplemente, no tendrán lugar.




HOMENAJE A LA TERNURA

por Maite Sánchez Pinuaga
Desde su nacimiento, el ser humano se va completando en su desarrollo por el cuidado y la contención de adultos de su entorno: en primer lugar la madre, los padres, el grupo familiar más amplio y el grupo social, que les incorpora.
Se sabe que existen diversas consecuencias para la salud física y emocional, debido a la carencia de afecto y manifestaciones de apego, empatía y caricias, en definitiva, por la ausencia de ternura, en los primeros meses de vida.
Es así como los animales no acariciados, en sus primeros momentos de vida, presentan, más tarde, alteraciones biológicas, tales como: una menor resistencia a agentes nocivos como también la tendencia a la implantación de células cancerosas, entre otras. Esto es referido por diversos autores de psicosomática y, muy especialmente por Wilhelm Reich, en su “Biopatía del Cáncer”, considerando esta enfermedad y otras, de tipo degenerativo, como consecuencia del encogimiento de los tejidos, en situación de miedo profundo, que afecta al núcleo mismo de la célula.

Rene Spitz a su vez se refiere a la dermatitis atópica, también llamada eczema, que persiste en bebes de madres incapaces de acariciarles.
Es también lo que son los problemas del sistema respiratorio y digestivo, la anomalía en el metabolismo de los azucares, en los esquizofrénicos. La depresión anaclítica, etc. Se corresponden con la pérdida del punto de referencia, la contención afectiva, el contacto energético, que, inequívocamente, se ve asegurado cuando está presente la ternura.
La angustia profunda, tan frecuente en nuestro mundo actual, en nuestro sistema de convivencia que genera mas y mas separación y desimplicación afectiva es desencadenada -en su origen- por la separación del vínculo amoroso desde la falta o pérdida súbita o poco sensible, que da seguridad y sentimiento de integración de sí mismo.
También la violencia surge, en el ser humano, por la angustia intensa, surgida de la falta de amor o protección, ya que en los primeros momentos de la vida, el ser humano desarrolla, o no, la confianza básica o esperanza, que tiene un substrato biológico.
Neumann se refiere a “la relación primigenia”, en la que si el bebé siente que sus necesidades se satisfacen, genera confianza, lo cual determina su actitud ante la vida y las relaciones.
Si la referencia, vivida en su propia piel, es de amor y calma, éste ante la pérdida de seguridad, la soledad o el fracaso puntual, podrá vivenciar dicho acontecimiento desde una experiencia integrada de forma positiva. Existe, por así decir, una referencia positiva sobre la que regresar una y otra vez, para volver a confiar, descansar y restablecer la calma.
El bebé, indefenso, solo puede enviar señales profundas, que reavivan, en el ser humano, esa ternura. De ahí que, es precisamente, en el contacto con el bebé, cuando con más facilidad, perdemos “las formas”, hacemos pedorretas, sonreímos casi inevitablemente, miramos con total aceptación, nos permitimos la ternura y “ser ternura”, casi sin poderlo evitar. El bebé nos seduce, nos ablanda, nos “hace mejores” y es que su vida depende de ello.
Más tarde, en el desarrollo, aparece la actitud de Normalizar y la ternura se va desvaneciendo – en nuestro sistema cultural-, para dejar paso a la educación. Frecuentemente, más bien “educastración” o “educompulsion”. Las exigencias del entorno social, de adaptación, el aprendizaje de normas, de limpieza, de horarios, de conocimiento, según un ritmo que en absoluto respeta la naturaleza y la bondad natural de los niños-as, que tienden de manera espontanea a la curiosidad y gusto de aprender.
El orden, la norma, el aprendizaje, vividos como mecánicos y compulsivos vuelven violentas las relaciones más importantes de la vida, endureciéndose y alejándose de la ternura la cual es siempre una vía que ablanda, derrite que da paso a un estado en el que se despiertan sentimientos y encuentro. Es entonces como la ternura es la vía hacia el ritmo lento en el que la vida se expresa. Olvidándose de la prisa impuesta, aguardando a que las cosas se revelen en su esencia. Rof Carballo dice al respecto “una caricia apresurada es la negación de toda ternura”.
¿Qué hay de las manifestaciones de la ternura en situaciones que nos confrontan, como lo es la expresión de ira, gritos, rechazo, por parte de nuestros niños?
Es, precisamente, ahí, donde la ternura sucede aceptando, acompañando sin juicio, esperando con presencia. Preservando el bienestar de nuestros niños, por encima de todo, es como se hace posible aceptar el cambio, el riesgo, el dolor, la adversidad, la perdida, es posible integrar experiencias ingratas, con otras gratas y enriquecer la vida, siempre que la primera relación original consigo mismo y el mundo en la relación primigenia tenga como terreno la ternura, y que, esta, pueda persistir, adaptándose a los cambios, al crecimiento de la “cría”, respetando y amando, a su vez, su diferencia, su libertad.




IMPORTANCIA DEL CONTACTO EN EL DESARROLLO MADURATIVO DEL SER HUMANO

por Maite Sánchez Pinuaga
Si siempre es agradable, sanador, reconfortante, el CONTACTO DE PIEL en los seres humanos, es en los primeros días, semanas y meses de vida cuando cobra una importancia crucial ya que de la presencia o ausencia de contacto- y también de la cualidad e intensidad de éste, a nivel energético- va a depender una gran parte de la salud física y emocional (y no excluimos mental) de nuestra especie.
Nada más nacer, el bebé humano abre sus ojos y su boca, busca fusionarse de nuevo y la frustración de esta primera gran necesidad post-natal (debido a la torpeza) y los abusos de sobra conocidos, de parte de esta cultura nuestra tan cortical, mecanicista y ausente de emoción y respeto por la vida) provoca encogimiento, angustia y retirada de la energía periférica –la piel- hacia dentro, hacia el núcleo, como buscando salvaguardar su vida.
La profunda contradicción primaria entre búsqueda (y total receptividad) del contacto y la huida hacia dentro, huyendo del frío (de la manipulación sin afecto), o la ausencia (solos en sus cunitas, aseaditos y tranquilos) o el estrés exterior, etc…, desencadena, entre otras cosas, la aparición, inmediata o posterior, de síntomas relacionados con la piel, el sistema digestivo, respiratorio y nervioso.
¿Por qué es tan necesario el contacto para el bebé mamífero humano?
En primer lugar el ser humano nace inmaduro. Requiere aún un período de incubación. Recordemos el concepto de “bebes canguros y mamas canguros”. Sin ser contenidos en los brazos, piel a piel, arrullados por el corazón, balanceados por la respiración de la madre, reasegurados por su olor, su voz y tocados, tocados…tan a menudo como sea preciso (y esto solo marca el bebe, con las señales de su cuerpo y su llanto) corren el riesgo de MORIR o al menos resultar seriamente dañados en su desarrollo físico y emocional. En situaciones extremas de falta de contacto, los bebes realmente mueren: recordemos las investigaciones de René Spitz (muerte por marasmo en bebes hospitalizados. Este grave problema fue totalmente erradicado introduciendo las figuras de cuidadoras que sistemáticamente tocaban, acunaban a los bebes). Pero además quiero referirme a la enorme frecuencia de sintomatología somática y psíquica, que tiene su origen en esta falta básica: el psicótico se vive sin contornos, sin límites, puede llegar a percibirse como “desparramado”, “desmembrado”- sin un yo que le contiene -. Los estados confusionales (quien soy, donde estoy, ¿qué pasa?) responden a la falta de contacto con el mundo exterior y de percepción clara de la realidad interna. En la depresión tiene lugar una falta de estímulo por la vida, abatimiento y falta de encuentro y el contacto: el otro no va a estar, total para qué, etc.
Estas son algunas de las enfermedades de nuestra especie, que ha olvidado, en gran medida, sus raíces.
Sobre el CONTACTO, y su importancia, digamos además que:
-Se toca con la mirada (me reconozco)
…con el olor (te reconozco)
…con las manos y el cuerpo (me calmo, disfruto)
-Se toca, incluso, con el campo energético (más allá de la piel)
Se puede, por tanto, experimentar FALTA DE CONTACTO: en relación a: la mirada
                                                                                                                …al olor
                                                                                                                …a la voz
                                                                                                                …al cuerpo.
Y la falta de contacto energético. Y quisiera subrayar la importancia del concepto de “contacto”, de Wilhelm Reich, cuyo significado podríamos resumir del siguiente modo: empatía, conexión, unión, sentimiento de relación real y profunda (con otro ser y/o con uno mismo), vibración en sintonía, intercambio de campos energéticos.
¿Adónde nos lleva esto?: si bien estamos hablando de la necesidad vital de ser tocados (me das contornos, seguridad, placer), ser mirados (si me miras existo), ser orientados y reasegurados en el espacio exterior, a través del olfato, la voz, etc. Para que el bebé confíe, se expanda, reciba, aprenda, goce…de la vida. Estamos además afirmando, con ello, que garantizar este contacto en sus primeros momentos de vida es prevenir la formación de somato-psico-patologías tan frecuentes y, a veces, tan aparentemente dispares: la psicosis, la depresión, la débil auto-estima e inseguridad, las drogo-dependencias, la falta de atención, la destructividad social.
La importancia del contacto se deja sentir tanto en las relaciones primarias como en la creación de VINCULOS a lo largo de la vida y, del mismo modo, en la experiencia de disolución de vínculos (pérdidas, separaciones).
Así pues: “Estar con…”
               “Pertenecer a…”
               “Sentirse en…”respecto al desarrollo de las relaciones afectivas, sexuales y sociales, depende mucho del tipo y grado de CONTACTO neo, post-natal e infantil.
El miedo a la soledad, tan común en nuestro mundo, se arraiga especialmente en esa primera falta de contacto – en un momento, de la vida, en que la ausencia básica, la soledad de piel, el silencio…se experimentan como angustia frío, dolor profundo, vacío y muerte. Ante lo cual es necesario ir creando ya mecanismos de defensa (aún no psíquicos, sino puramente físicos): contracción, respiración disminuida, retracción energética, y cada vez más (a lo largo de los primeros años), toda una serie de comportamientos caracteriales que implican una forma desviada (tal vez la única que fue posible en cada sistema familiar concreta) de búsqueda de contacto, ya sea narcisista, masoquista, histérica, compulsiva.
Por último, ¿CÓMO, CUANTO Y CUANDO EL CONTACTO?
Sólo hay una forma de acertar: escuchar el lenguaje del recién nacido y del bebé. Es bien claro. No esperar señales externas o mandatos de la autoridad, etc. Sólo esa demanda corporal, gestual, de la voz y el llanto del bebé son las respuestas a esas cuestiones.



SOBRE EDUCACIÓN Y AUTORREGULACIÓN
por Maite Sánchez Pinuaga
Si consideramos al niño como un ser moldeable, al que hay que dirigir hacia una forma concreta de ser, de estar o de entender las cosas, se entiende entonces que la educación puede o debe dirigir, evitar, reprimir y/o castigar cualquier función o aspecto que salga de esa idea a la que se supone que se tiene que llegar. Y las necesidades del niño de comer, dormir, de reposo, de actividad, …de contacto, deben entonces amoldarse a lo que se considera que debe ser, es decir, deben ser reguladas desde fuera, bien sea por el padre, la madre, el médico, etc.
Pero si entendemos que el niño posee unas capacidades naturales, como pueden ser el placer y la actividad, y que no existe una forma de ser que deba ser exigida al niño desde el inicio de su vida, la educación tendría que dirigirse a la salvaguardia de estas capacidades naturales del niño, de entregarse a todas sus funciones, proporcionando todos los estímulos y actividades posibles para esta desarrollo autónomo del niño. Es entonces el medio el que debe entender al niño en sus necesidades naturales que no siempre pueden satisfacer por sí-mismos, pero respetando siempre que estas necesidades debe ser satisfechas. Es decir, sería el mismo niño el que la regularía.
Autorregulación es pues, la capacidad del organismo vivo de “saber” cuales son sus necesidades vitales en cada momento, en conectar con lo que necesita, lo que implica a su vez el poder gozar de la suficiente energía, agresividad (y en determinados momentos del apoyo suficiente) para enfrentarse e ir hacia su satisfacción, conforme a su propio ritmo, conforme a como los principios vitales son sentidos y vividos, conforme al sentir de cada uno. Supone la regulación energética y la satisfacción de las necesidades vitales.
Respetar la autorregulación del niño no quiere decir que el adulto tenga que negarse a sí mismo.
Respetar la autorregulación del niño supone comprender y sentir las necesidades del organismo vivo, en este caso el niño, y a partir de aquí preguntarse si uno está capacitado y se siente disponible para un periodo de su vida o en su trabajo hacer una elección consciente y asumir lo que eso supone. Hay que saber distinguir para esto, lo que es un autentico deseo de un rol social, lo que disfrutar con una actividad por si misma de la satisfacción que nos produce por cubrir unas necesidades o carencias propias, alejadas de la finalidad que en principio se le supone. El niño no tiene que ser nunca instrumento de nada ni de nadie, ni tampoco la solución a un problema, al que se le da de antemano un papel que cumplir. Pero tampoco el adulto es un instrumento del niño.
En realidad, si observamos a los seres vivos, al resto de la naturaleza, vemos que existe una armonía, no exenta de lucha o dificultades, donde la crianza lleva un tiempo determinado, más complejo y largo cuanto más indefenso se nace, sin que exista una interrupción de éste a no ser por causas ajenas, como catástrofes. Tenemos, pues, que entender que existe un proceso de desarrollo, evolución o maduración que está impreso en el organismo vivo, aunque marcado por diferencias individuales. Esto es a lo que hay que acercarse, sentir y comprender, y después poner los medios para que estos procesos internos puedan ser llevados a cabo, es decir, para que el desarrollo “natural” o más bien una aproximación a este pueda llevarse a cabo. De forma contraria, tenemos un desarrollo antinatural, adaptado posiblemente, pero a costa de una insatisfacción profunda, de miedo a los sentimientos, a las funciones naturales, a ser…la vida; el resultado, una vida correcta según un determinado canon, pero con la tremenda injusticia de pretender imponer un tipo de vida a costa del sufrimiento, de la represión y de la perdida de la autentica capacidad de disfrutar, de amar.
Estamos inmersos en una estructura social autoritaria, iniciada en la familia y reforzada en la escuela que fomenta lo individual y la pasividad, con la represión del sexo y la negación de la vida, donde se uniformiza mediante reglas y moldes todo lo que se supone que una persona debe ser, en un principio desde el criterio de “niño bueno”-“niño malo”, posteriormente como un buen o mal alumno, buen esposo, madre, hijo…según el criterio en el que lo bueno se entiende como aquello que no causa problemas llora (el niño que no llora o no se despierta, el que permanece quieto, el alumno que no se mueve de su sitio, que no habla, que hace todo lo que se dice sin rechistar, en definitiva el que no cuestiona nada en su comunicación o más claramente en su actitud). Sin embargo, todo lo que está vivo se mueve, cambia, produce contradicciones, evoluciona, se modifica…y cuando admiramos la vida, cuando salimos con ese impulso nuevo en cada primavera o en cada estación, a sonidos distintos, colores y olores nuevos, es por este cambio y renovación constantes, que queda paralizado simplemente ante la cabeza agachada y los ojos temerosos.
Un niño que no causa “problemas” es un niño posiblemente poco vivo. Y un adulto que quiere todo tranquilo, sin contradicción, sin lucha, sin cuestionamiento, es un adulto que se ha alejado de la vida y su propio medio le lleva a luchar contra ella, en nombre de cualquier “ente” artificial que ha perdido su verdadero significado (Dios, sociedad, leyes, religión).
Por eso constantemente estamos dominados por las palabras, explicaciones o justificaciones que cortan el fluir de éstos procesos que son la propia vida.
Los niños son personalidades individuales con los mismos derechos que el adulto. El hecho de que ser humano dependa más del entorno o tenga más necesidad, no quiere decir que no sea completo y tenga su propia forma de ser. La educación basada en la represión, más o menos directa, en el poder y en las relaciones de poder, se aleja de las necesidades del niño y de la sociedad en general. Hay que acercarse al concepto y más allá, al sentimiento de libertad a un movimiento, de expansión, de intereses, de elección…en definitiva, la libertad en el desarrollo del interés para uno mismo. Pero a la vez hay que incorporar el concepto de responsabilidad como parte de esa misma libertad, sin olvidar la importancia de la autoridad, claridad, estructura. No todos los niños son iguales, ni tienen las mismas necesidades en un momento dado; hay que tener en cuenta las capacidades, el medio y los aspectos individuales.
Por otra parte, el deseo de aprender del niño es un impulso muy fuerte, vital, qua menudo se ahoga como todo lo que hay de vital en él, que podría desarrollarse desde su propio impulso. No es algo que haya que imponer, porque encuentra placer en ello cuando no se le somete, y otras necesidades básicas están cubiertas, como el cariño, la aceptación, etc.